miércoles, 27 de octubre de 2010

UNA MAÑANA DE DUELO NACIONAL


27 de octubre. Feriado nacional por el censo del bicentenario. Me despierta la alarma del celular como cada mañana a las 6.40 hs. ¡¡¡La putaaaa madreeee!! grite, ¿cómo me olvide de sacarla?, me pregunté enojado y semi dormido.

Seguí durmiendo hasta pasadas las 9.30 hs, me lavo los dientes y me voy a la cocina a prepararme un tecito con limón y tres tostadas con queso.
Enciendo la TV y me pongo a pasear por todos los canales (de aire y cable) para ver las novedades del censo. Todo se desarrollaba con normalidad, hasta que canal 13 pone una placa que decía que habían asaltado y golpeado a una censista en Lanús y a otra en Chacarita. Siempre buscando el quilombo.
Sigo con el zapping, mientras terminaba las tostadas y a la espera de que el censista me tocara el timbre. No tenía decidido –confieso- si lo/a iba a dejar pasar o le iba a responder desde la ventana que da a la calle.

Pongo Telefe, Leo Montero y Verónica Lozano salen a la calle a transmitir un censo en vivo en la puerta de la emisora. Mientras le convidaban un mate y unos alfajorcitos de maicena a la encuestada que iba respondiéndole a una joven censista.
Unos segundos después, Montero se pone serio, se le transforma el rostro –en vivo-, algo le dijeron por la famosa cucaracha, supuse. Pide una pausa de urgencia al aire y dice: “vamos a un corte porque tenemos que confirmar una noticia de mucha importancia para el gobierno nacional”. Me dejo pensando obviamente. Era un día que venia súper tranquilo. El reloj marcaba las 10.15 hs de la mañana.

Hago zapping, bajo un canal y en Mañaneras, Paula Trapani dice –shockeada- nos acaban de informar que murió Néstor Kirchner por un paro cardiorrespiratorio.
Escucho semejante “bomba” y empiezo a gritar. No entiendo nada. Quedo totalmente conmocionado. Paseo por todos los canales y todos empiezan a confirmar la noticia al instante, salvo la televisión pública que se toma varios minutos más para dar a conocerla.
Una tristísima primicia que me deja inmóvil. Lo que era un día tranquilo se transformó en un día doloroso. Una jornada de censo que se transforma en un duelo nacional.
Algunos pelotudos se alegran y dicen que están festejando.

El censo pasó a un décimo plano, son las 11 hs, y ya no estoy esperando al censista. Prefiero que nadie me toque el timbre en lo que resta de la jornada.
Sigo haciendo zapping, tengo necesidad y ansiedad de saber más.

Escucho una nota telefónica con un Luis D`elia que no sé que dice porque llora mucho, llora de dolor. Escucho a Francisco de Narváez diciendo “perdimos a un luchador”; Pino solanas le da el más hondo sentimiento de solidaridad a su señora y sus hijos, en declaraciones a canal 13. Habla el vicepresidente (¿qué estará pensando realmente este tipo en su cabeza?, me pregunto). ¡No les creo nada de nada!
Móviles en Plaza de Mayo, móviles en Aeroparque con funcionarios K que viajan de urgencia hacia El Calafate, etc., etc.

Qué careta que es la política argentina. Qué caretas que son los políticos. Escucho, anonadado, como dicen que hay que dejar de lado la política en momentos de duelo.

Son las 11.40 hs me tocan el timbre. Llegó la censista. Le miró la credencial con su nombre, se llama María Paola. Le respondo todo sin muchas ganas, pienso que dadas las circunstancias es normal.
Ella sigue con su tarea contenta –quizás ni sabia de la noticia de la muerte del ex presidente- y se va para tocarle el timbre a mi vecino. Yo me siento raro, conmocionado y triste. Me tiro en la cama para seguir de cerca el delirio de la TV por un rato más.
No los voté ni a él ni a ella en ninguna elección, pero eso no me quita ni el dolor ni la congoja.

Mis mayores condolencias a los familiares y allegados del ex presidente de la República.

Un feriado nacional decretado por el gobierno para saber cuántos somos y cómo estamos que, seguramente, no me olvidaré nunca más.

27 de octubre. Crónica de una mañana dolorosa y negra.

viernes, 15 de octubre de 2010

ALGUNA VEZ… YO TAMBIEN FUI MINERO


Para estar a tono con la semana circo que nos brindaron todos los medios televisivos, radiales y gráficos sobre el rescate de los 33 mineros atrapados durante 69 días en la mina del norte de Chile, recordé aquel verano del año 2008 cuando tuve la “fortuna” de ingresar a una verdadera mina (semejante a la de Copiapó) en la ciudad boliviana de Potosí.

Para hablar de algo con propiedad siempre digo que hay que hablar con la experiencia de vida, y por eso puedo decir que estar dentro de una mina fue una de las experiencias más crudas que he vivido hasta el día de hoy.

Recuerdo aquel momento en dónde decidimos comprar el tour de visita a dicho lugar (juntos a mis compañeros de viaje), la preparación vistiéndonos con el equipo de minero (ver foto), la compra de los regalos (hojas de coca, cigarrillos, gaseosas o alcohol etílico, del cual beben y lo llaman whisky boliviano) a los verdaderos trabajadores del metal que la tradición indica para todo visitante y debe cumplirse a rajatabla. Estos son algunos de los pasos previos necesarios antes de introducirse en ese mundo desconocido.

Ingresar a la mina, caminar a 650 m por debajo de la tierra, cruzar caminos dinamitados, subir y bajar por pequeños orificios a los que se pasa de a uno por vez y a través de pequeños tablones atornillados, atravesar rocas de millones de años, escuchar implosiones en vivo y en directo a metros de uno, sin duda son algunos momentos que me quedarán guardados por siempre.

El “cagazo” que tuve en muchos momentos no se puede explicar en estas cortas líneas, pero quiero que te imágines que cientos de kilos de pólvora explotan a tan sólo 50 ó 100 m de donde estás parado y escuchas que caen piedritas desde arriba hacia vos con demasiada fuerza para provocar un derrumbe no es algo que recomiende ni a mi mayor enemigo. Afortunadamente, alguna fuerza mayor quiso que tal tragedia no llegara aquel mediodía de Potosí.

Debo confesar una anécdota: en un momento de la travesía y previo a una implosión me aparte del guía boliviano y me fui solito por un pasillo para recorrer el lugar. En ese instante de soledad, los amigos mineros decidieron hacer una nueva implosión en un piso superior al que me encontraba y de esta manera provocar un ruido verdaderamente impresionante que hizo que salga corriendo a los gritos (semejante a uno de la loca de Guido Suller) en busca de los otros locos de guerra que seguían con el comandante minero.

Vivir esta experiencia por algunas horas me bastó para darme cuenta que no debe haber algún trabajo más riesgoso y sacrificado que el de estos señores.
Brindo y celebro el éxito del rescate con vida de estos 33 valientes, pero no quiero que el reality show mediático que se armó, las futuras películas, libros, etc., nos hagan olvidar las pésimas condiciones laborales y morales a las que son sometidos, por inescrupulosos empresarios (muchas veces cercanos al poder), los mineros de cualquier rincón del planeta.

“Mañana va a ser un gran día, te lo digo yo…”