viernes, 15 de octubre de 2010

ALGUNA VEZ… YO TAMBIEN FUI MINERO


Para estar a tono con la semana circo que nos brindaron todos los medios televisivos, radiales y gráficos sobre el rescate de los 33 mineros atrapados durante 69 días en la mina del norte de Chile, recordé aquel verano del año 2008 cuando tuve la “fortuna” de ingresar a una verdadera mina (semejante a la de Copiapó) en la ciudad boliviana de Potosí.

Para hablar de algo con propiedad siempre digo que hay que hablar con la experiencia de vida, y por eso puedo decir que estar dentro de una mina fue una de las experiencias más crudas que he vivido hasta el día de hoy.

Recuerdo aquel momento en dónde decidimos comprar el tour de visita a dicho lugar (juntos a mis compañeros de viaje), la preparación vistiéndonos con el equipo de minero (ver foto), la compra de los regalos (hojas de coca, cigarrillos, gaseosas o alcohol etílico, del cual beben y lo llaman whisky boliviano) a los verdaderos trabajadores del metal que la tradición indica para todo visitante y debe cumplirse a rajatabla. Estos son algunos de los pasos previos necesarios antes de introducirse en ese mundo desconocido.

Ingresar a la mina, caminar a 650 m por debajo de la tierra, cruzar caminos dinamitados, subir y bajar por pequeños orificios a los que se pasa de a uno por vez y a través de pequeños tablones atornillados, atravesar rocas de millones de años, escuchar implosiones en vivo y en directo a metros de uno, sin duda son algunos momentos que me quedarán guardados por siempre.

El “cagazo” que tuve en muchos momentos no se puede explicar en estas cortas líneas, pero quiero que te imágines que cientos de kilos de pólvora explotan a tan sólo 50 ó 100 m de donde estás parado y escuchas que caen piedritas desde arriba hacia vos con demasiada fuerza para provocar un derrumbe no es algo que recomiende ni a mi mayor enemigo. Afortunadamente, alguna fuerza mayor quiso que tal tragedia no llegara aquel mediodía de Potosí.

Debo confesar una anécdota: en un momento de la travesía y previo a una implosión me aparte del guía boliviano y me fui solito por un pasillo para recorrer el lugar. En ese instante de soledad, los amigos mineros decidieron hacer una nueva implosión en un piso superior al que me encontraba y de esta manera provocar un ruido verdaderamente impresionante que hizo que salga corriendo a los gritos (semejante a uno de la loca de Guido Suller) en busca de los otros locos de guerra que seguían con el comandante minero.

Vivir esta experiencia por algunas horas me bastó para darme cuenta que no debe haber algún trabajo más riesgoso y sacrificado que el de estos señores.
Brindo y celebro el éxito del rescate con vida de estos 33 valientes, pero no quiero que el reality show mediático que se armó, las futuras películas, libros, etc., nos hagan olvidar las pésimas condiciones laborales y morales a las que son sometidos, por inescrupulosos empresarios (muchas veces cercanos al poder), los mineros de cualquier rincón del planeta.

“Mañana va a ser un gran día, te lo digo yo…”

1 comentario:

Gorka dijo...

inolvidable experiencia la que pudimos compartir en potosi....entre alcohol,coca y dinamita se les va la vida a esos hombres que saben que casi seguro nunca llegaran a medio siglo de vida...